Escribí en mi anterior post que iba a buscar al cuarto hombre, el cuarto jugador que se posicionara como cuarto vértice de un rombo. Pues bien, lo encontré, y para mi sorpresa, ese cuarto hombre fue Xavier Hernández. En efecto, el jugador de Terrasa fue el cuarto hombre, en ese rombo hermoso que se formó en el primer cuarto de hora del partido contra el Sevilla, y que posibilitó una jugada muy bien trenzada que acabó con el disparo de Messi. Sí, fue un rombo que formaron Busquets en la base, con Messi por derecha, Cesc por izquierda, y Xavi como el cuarto hombre, como el vértice más largo del rombo. Fue una gran jugada, a pesar de que los cuatro vértices del rombo no estaban muy cerca, no obstante, lograron crear un vínculo posicional muy interesante. Me llamó la atención, desde luego, que el cuarto hombre, posicionado prácticamente como falso nueve, fuera Xavier Hernández. Y es que el Barcelona no jugó con el cuadrado mágico. No.
No, el Barcelona no jugó con el cuadrado mágico, no jugó con dos pivotes en la base, no jugó con el sistema táctico que venía utilizando regularmente: el 4-2-2-2. No, en este partido, el sistema táctico que más utilizó el Barcelona fue este: 4-1-3-2. Sí, sólo utilizó un pivote, un mediocentro que era Busquets, por supuesto, y que se colocó, como casi siempre en los últimos años, en el centro del campo, en el ombligo del juego posicional del Barcelona. Pero no tenía a sus lados a los dos interiores, no, en esta ocasión Xavi jugó prácticamente como tercer mediapunta, a la altura de Cesc y de Messi.
Mi sorpresa fue doble: primero porque no esperaba que el cuarto hombre fuese Xavi, segundo, porque esperaba el cuadrado mágico que Tito ha utilizado casi siempre. Pero no, contra el Sevilla utilizó una formación nueva, que de antemano me parecía una locura: jugar con un solo mediocentro y con tres mediapuntas. Es cierto que los tres mediapuntas bajaban de cuando en cuando hasta la base, a acompañar a Busquets, las más de las veces lo hacía Xavi, aunque también se retrasaban Fábregas y Messi. Si alguien me lo hubiera platicado antes del partido, si alguien me hubiera dicho que el Barcelona iba a jugar con un solo mediocentro y con tres mediapuntas, hubiera vaticinado un fracaso estrepitoso. Y sin embargo, los primeros 20 minutos en el estadio sevillista fueron de los mejores que he visto al Barcelona de Tito. Cosas del fútbol que nunca nadie podrá explicar.
La Teoría del Caos es un conjunto de estudios científicos que tratan sobre sistemas dinámicos muy sensible a las pequeñas variaciones que pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, lo que que complica mucho la predicción a largo plazo. Esta teoría clasifica a los sistema dinámicos en tres tipos: estable, inestable y caótico. El estable es el que tiende hacia un punto, u órbita, gracias a la acción de un atractor. El sistema inestable se escapa de los atractores, mientras que el caótico tiene ambos comportamientos, existe un atractor por el que el sistema se siente atraído, pero también hay otras fuerzas que lo alteran. A mi modo de ver las cosas, ahora mismo el Fútbol Club Barcelona es un sistema caótico.
Huelga decir que en la época de Pep Guardiola, el Barcelona era un sistema estable, muy estable, porque tenía un atractor periódico sobre el que giraba todo el juego blaugrana: por supuesto, me refiero a Xavi Hernández. Sin embargo, desde el último año de Guardiola a estas fechas que escribo, el Barcelona ya no se siente tan atraído por ese atractor periódico que era como el centro del péndulo de Foucault, no, ahora existen otras 'fuerzas' que atraen a todo el sistema: no sólo Cesc Fábregas, sino también Leo Messi. A mi modo de ver las cosas, el problema es que el Barcelona no sabe en torno de quién debe girar su equipo, cuál debe ser el atractor del sistema. Y esto puede ser muy problemático, porque puede convertirse en un sistema inestable, que escape a la atracción de todos los atractores. Es decir, que la fuerza de atracción de Messi, Cesc y Xavi no logre atraer al sistema, y lo desbaraten. O para decirlo con menos alarmismo: se disperse demasiado, tironeado por unos y otros.
Así he visto muchos partidos de un tiempo a esta fecha: por momentos, el Barcelona es el mismo de siempre, recupera el balón de forma rápida, y lo distribuye con paciencia, con la meticulosa paciencia de un orfebre. Pero muchas veces, incluso Xavi es atraído por alguno de los otros atractores, y el vértigo y la dispersión campean a sus anchas en el juego blaugrana. Esta muy bien este cambio de ritmo, siempre y cuando, el vértigo y la dispersión se utilicen para descontrolar al rival, para desconcertar, para desajustar. Es lo que hacía Messi: rompía el sistema posicional y causaba estragos en las defensas rivales. El problema es que el vértigo y la dispersión, en muchas ocasiones, se están convirtiendo en una forma alternativa de juego, no en un recurso.
Contra el Sevilla vi este problema, vi un sistema caótico, que no sabe para quién juega, en el que, como digo, el mismo Xavi contribuye al vértigo y a la dispersión. Los jugadores están muy separados, lo que ocasiona que los pases tengan que ser muy largos y muy rápidos, por momentos, vertiginosos; en el resumen del primer tiempo vi un dato que me preocupó: el Barcelona perdió tantos balones como el Sevilla. Un dato preocupante, desde luego.
Las pérdidas de balón son preocupantes para cualquier equipo, provocan la taquicardia de cualquier entrenador y de todos los aficionados, pero en el caso del Fútbol Club Barcelona, una pérdida de balón es casi un suplicio, porque sabemos que la transición defensiva del Barcelona no es la mejor del mundo. No es que se defienda mal, simplemente, es que no se sabe defender en repliegue (excepto Puyol). El Barcelona es el mejor equipo, de largo, en el dominio de la segunda jugada, por su pressing tan alto y tan asfixiante, pero cuando este pressing falla, o no se realiza, todos los aficionados blaugranas tenemos el corazón en un puño. Sabemos que el rival nos puede marcar en cualquier contra. Y alguien me preguntará: ¿por qué no se realiza siempre ese pressing, habida cuenta de que somos, de largo, el mejor equipo en efectuarlo? Esa pregunta también me la hago yo, y sólo tengo una respuesta: el miedo.
Sí, el miedo. Considero que desde la derrota del Chelsea en la Champions, y precisamente porque el equipo inglés eliminó al Barcelona con dos contragolpes tan vertiginosos como fulminantes, el equipo blaugrana ha incubado un miedo terrible a la contra. Lo que ocasiona que no se presione hacia adelante, cuando se pierde el balón, lo que en realidad es la mejor forma de evitar las contras. El problema es que se tiene miedo a que el rival logre batir la línea de presión blaugrana, y este miedo, por supuesto, ocasiona que la línea defensiva esté muy atrasada, que el equipo esté muy alargado (en el segundo tiempo contra el Sevilla, observé una distancia de 40 metros entre Busquets y la línea defensiva: una barbaridad). La mejor forma para defender es achicar el campo, cerrar las líneas de pase rival, si corres hacia atrás, dejas un espacio muy grande entre líneas, en vez de cerrar las líneas de pase, las abres. Y dejas espacios muy grandes para que el equipo contrario bascule de un lado a otro, del lado débil al lado fuerte, o hacia donde tiene superioridad numérica.
Sí, considero que el Barcelona está desarrollando un medio terrible a las contras, lo que ocasiona que el equipo defienda peor. Correr hacia atrás con desesperación no es la mejor forma de atajar el problema, al contrario, lo recrudece. Lo que se debe hacer es presionar hacia adelante, como solía hacerlo el equipo blaugrana. Para ello, era indispensable que la defensa jugara más adelantada, más cerca de Busquets, para ello, era necesario el mejor Piqué, que cerraba los espacios entre líneas, entre Sergio y la linea defensiva, con una contundencia imperial (pues 'era' uno de los mejores líberos alemanes del mundo, y como stopper es bastante solvente). Sin embargo, en el gol del Getafe, cuando Diego Castro recibió a espaldas de Busquets, Piqué, en vez de presionar hacia adelante, corrió hacia atrás, a pesar de que estaba muy cerca de la frontal del área, a pesar de que lo acompañaba Montoya, a pesar de que ningún jugador rival se desmarcaba por esa zona. Yo tenía los ojos como platos: ¿qué lechugas le ocurre a Piqué?, me pregunté. Creo que es un problema de falta de confianza colectiva.
El Barcelona tiene que seguir presionando al rival como siempre, como hizo en los primeros minutos ante el Sevilla, con un pressing asfixiante hasta las barbas del portero rival. Es la mejor forma de evitar los contragolpes. El Barcelona tiene que seguir elaborando su juego con paciencia, sin miedo a que una pérdida de balón ocasione un contragolpe mortífero del rival. Yo me pregunto si el juego tan disperso y por momentos vertiginoso del Barcelona, es para alejar la pelota de Valdés, si es para evitar las contras tan peligrosas, pero es precisamente lo que está ocasionando demasiadas pérdidas de balón.
Aristóteles escribió en su Poética que algunas tragedias terminaban con un final feliz. En efecto, en algunas tragedias de Esquilo y de Sófocles, después de un largo sufrimiento, la peripecia final consistía en un cambio de mala a buena fortuna. Así ocurrió el día de ayer en el campo sevillista, esperemos que los partidos como ayer sean una excepción, que esas tragedias que acaban en risas (como dijo Victor Hugo de Much ado about nothing), no ocurran más que en contadas ocasiones. A mí no me gustan demasiado las remontadas que sólo logran aquellos que juegan con el corazón, a mí me gustan más los partidos que se ganan con las neuronas. Se debe jugar con vértigo cuando sea conveniente, y hacer las pausas cuando se esté jugando con demasiado vértigo. Un jugador que sabe hacer esto a la perfección es Andrés Iniesta. Espero con ansias la vuelta a los terrenos de juego del 'Cisne de Fuentealbilla'. Me gustaría verlo en una foto, festejando un gol.